domingo, 13 de enero de 2013

Año nuevo, la misma mierda.

De verdad esperaba que el año empezara bien, o al menos, mejor de lo que terminó el anterior. Esperaba que este año pudiera cambiar en algo la mala racha de todos, que ocurriera una especie de milagro navideño, que todo fuera felicidad, que todo fueran risas, que lo malo dejara de importar.
Supongo que no. Soñar es gratis, dicen, pero lo que no te cuentan es lo caro que te sale volver a la realidad después de soñar. Todos los días me acuesto con ganas de cambiar, de comerme el mundo. Durante la noche sueño que soy quien de verdad quiero ser. Que no me disgusta lo que veo en el espejo, que no me importa lo que digan cuatro tontos, que me enorgullezco de lo que soy, he sido y seré algún día. Que tengo las ideas claras, que mis metas por fin se van a cumplir. Sí, sueño muchas cosas, pero cuando me despierto con el golpe de la alarma del móvil todo se esfuma, como si me hubiesen despertado con un chorro de agua en toda la cara, y todas esas cosas buenas se van por el desagüe. 
Lo cierto es que me dan miedo los espejos, y que dura más en mi cabeza una palabra mala que mil buenas. Que la inseguridad cada día es más grande que yo, mientras me hago pequeña en una esquina de mi habitación. Que esas ganas de comerme el mundo se esfuman, porque ni siquiera puedo pronunciar la palabra comer sin que me entre un escalofrío. Porque es difícil hacer una vida tranquila cuando todo cuenta. Cada bocado. Cada caloría. Cada lágrima. Cada palabra. ¿Todo cuenta? No, no todo. El tiempo invertido en ejercicio, el tiempo en comer lo mejor posible, el tiempo empleado estudiando todas y cada una de las palabras de aquel libro cuyo número de páginas superan hasta el número de las pesadillas que me atormentan últimamente cada noche, que no son pocas. ¿Para qué? Para que en la báscula sigan subiendo dígitos sin que pueda evitarlo, al mismo tiempo que las calificaciones, que bajan acompañadas de mis expectativas de futuro, que cada vez son menos, por no hablar de mi grado de autoestima, que brilla por su ausencia. 
Sin duda, lo que yo creía que iba a desaparecer con el 2012, en 2013 va a peor. Y mañana es lunes.

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